CARLOS PERDOMO
Fotografía/Claudio Álvarez
Fotografía/Claudio Álvarez
Con el puño en alto y el mítico bajo Höfner colgado de sus hombros, Paul McCartney convirtió el WiZink Center de Madrid en un templo de emociones. Ante 15.000 personas, la leyenda de 82 años ofreció un espectáculo inolvidable, repartiendo felicidad y recordándonos por qué su legado musical es uno de los más relevantes de la historia del pop.
UNA LEYENDA CERCANA Y HUMANA
Desde el primer acorde de “Can’t Buy Me Love”, el público quedó rendido ante la energía y carisma de McCartney. Con calidez y humildad, Paul ofreció una velada que fue mucho más que un concierto: fue un viaje por seis décadas de música que han marcado a generaciones enteras.
“Hola, España. Buenas noches, Madrid. Estoy muy feliz de estar aquí de nuevo”, saludó en un español que arrancó ovaciones, antes de sumergirnos en un repertorio de 30 canciones, acompañadas por una banda impecable y arreglos instrumentales que elevaron cada nota.
EMOCIÓN, NOSTALGIA Y HOMENAJES
El setlist incluyó joyas de The Beatles, momentos rockeros con piezas como “Let Me Roll It” y emotivas dedicatorias. Paul recordó a sus compañeros de banda: a John Lennon con “Here Today” y “I’ve Got a Feeling”, a Harrison con “Something” al ritmo de un ukelele, y a Ringo Starr a través de imágenes proyectadas que hicieron que el pasado y el presente se fundieran en el escenario.
No faltaron tributos personales, como “Maybe I’m Amazed”, dedicada a Linda Eastman, y “My Valentine”, para su actual compañera, Nancy Shevell. Cada canción transportó al público a un lugar donde la nostalgia y la emoción se mezclaban con la magia de una interpretación genuina.
EL AMOR COMO MENSAJE FINAL
El clímax llegó con un cierre memorable: “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band”, “Helter Skelter”, “Golden Slumbers”, y “The End”. McCartney fusionó estos clásicos en una poderosa coda de diez minutos, rematando la noche con la frase: “Y al final, el amor que recibes es igual al amor que das”.
UNA EXPERIENCIA ÚNICA
Paul McCartney no solo ofreció un concierto; entregó una lección de vida y música. A sus 82 años, su energía y pasión siguen intactas, recordándonos el poder transformador del arte y el amor.
Si tienes la oportunidad de verlo, no lo dudes. Un concierto de Paul McCartney es más que un evento: es una experiencia que quedará grabada para siempre en la memoria y el corazón.
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